martes, 15 de julio de 2014

“El cenagal”

¿Acaso se trata nada más que de una zona de abismos y volcanes en plena ebullición? ¿O tan sólo de una región de cenagales en los que nos encontramos sumergidos?
Una serie de óleos son el preludio de una morada que se abre paso. En ellos las figuras humanas miran absortas la presencia del espectador y exigen, mientras danzan o simplemente posan, ser observadas. Las imágenes se ubican en un umbral, entre la presencia y la ausencia, entre lo mortal y lo eterno. El dispositivo de la ficción se luce en lo inacabado de los márgenes, en su desnudez deja al descubierto la ilusión de la representación.
Nuestras percepciones  construyen el escenario. La dramaturgia es compleja: una sustancia densa aparentemente petrificada amenaza con desadormecerse, sobre ella yacen libros, plantas y otros cuerpos extraños. Platón y Hegel resguardan cautelosamente la verdad pero sus propios rostros sólo pueden ser percibidos bajo una sutil deformación anamórfica. Abismados espejos engendran ficciones, enigmas, fantasmas inaprehensibles. ¡Imágenes falaces! ¡Laberintos erráticos! Anagramas para refractar lo múltiple y copioso cuyas invenciones constituyen siempre un delirio.
Habrá de ser inútil entonces buscar la realidad en el fragor inmenso de ruinas sobre ruinas.
Hernán Lopez Piñeyro

2014






Pinturas