martes, 15 de julio de 2014

“El cenagal”

¿Acaso se trata nada más que de una zona de abismos y volcanes en plena ebullición? ¿O tan sólo de una región de cenagales en los que nos encontramos sumergidos?
Una serie de óleos son el preludio de una morada que se abre paso. En ellos las figuras humanas miran absortas la presencia del espectador y exigen, mientras danzan o simplemente posan, ser observadas. Las imágenes se ubican en un umbral, entre la presencia y la ausencia, entre lo mortal y lo eterno. El dispositivo de la ficción se luce en lo inacabado de los márgenes, en su desnudez deja al descubierto la ilusión de la representación.
Nuestras percepciones  construyen el escenario. La dramaturgia es compleja: una sustancia densa aparentemente petrificada amenaza con desadormecerse, sobre ella yacen libros, plantas y otros cuerpos extraños. Platón y Hegel resguardan cautelosamente la verdad pero sus propios rostros sólo pueden ser percibidos bajo una sutil deformación anamórfica. Abismados espejos engendran ficciones, enigmas, fantasmas inaprehensibles. ¡Imágenes falaces! ¡Laberintos erráticos! Anagramas para refractar lo múltiple y copioso cuyas invenciones constituyen siempre un delirio.
Habrá de ser inútil entonces buscar la realidad en el fragor inmenso de ruinas sobre ruinas.
Hernán Lopez Piñeyro

2014






jueves, 20 de febrero de 2014

NOS ACECHA EL DEFECTO por Luchia Arturi

Nos acecha el defecto

Desde el puente, se avizora un mundo estanco, putrefacto, cubierto de brea. El pesado líquido negro lo invade todo, hasta lo que queda de cordura. Lo único que parecería ser claro y certero, deforma. Son los espejos, que flotan en la superficie, amorfos y paradójicos.
Esparcidos en una brumosa extrañeza, brindan reflejos tergiversados. El logos y la verdad, consumidos en un grito desesperado, yacen aquí sepultados.
“Nos acecha el cristal” manifestaba, paranoico, un Borges sin tiempo. Nunca lo abandonó la pesadilla: el efecto multiplicador de los espejos (es decir, el ininteligible infinito detrás de esa cárcel cristalina). Sin embargo, aquí, en esta realidad paralítica, se hilvana otro miedo. El tiempo no circula y los espejos no multiplican, sino que desfiguran.
Es aquí, en la inquietante instalación de Cristian López Rey, que el logos, hecho ciervo, naufraga sin salida. Pero ¿por qué un ciervo? ¿Por qué podría ser recurrente este animal en sus creaciones? No por nada, este ser representado desde siempre, aparece en las paredes, entre seres también eternos. Capaz, allí, insistente y molesto, es el juez de sus defectos; lo yermo entre los dioses, aquello que les recuerda que no son del todo perfectos, aquello que es humano, que es animal, que está, que es ciervo.
Entonces, todo aquello que parecería ser claro y certero, (tanto dios como espejo), no es más que ciervo. El epítome de lo imperfecto, suspendido en el tiempo.
Exhibido, manifiesto, molesto… El defecto.


lunes, 10 de febrero de 2014

ENTRE MITOLOGÍAS, CIERVOS Y CAZADORES Por La Curandera

ENTRE MITOLOGÍAS, CIERVOS Y CAZADORES
Por La Curandera
Muestra: El Ciervo
Artista: Cristian López Rey
Lugar: Centro Cultural Recoleta. Junin 1930 CABA. Entrada libre
Fechas: Hasta el 23 de febrero
La pintura figurativa va a seguir llamando la atención de espectadores y López Rey sin dudas domina la técnica. Viniendo de muestras de fotos, archivo de la Botica del Ángel en los pasillos del Centro Cultural, la muestra del premio Trabucco y algunas pinturas abstractas más al fondo en una de las salas, la muestra El Ciervo de seguro alivia un poco tanta menesunda.
La Sala 11 del Recoleta es rara; esta, de algún modo, dividida en dos y suele ser el dolor de cabeza de artistas y curadores. Sin embargo, en esta muestra, por primera vez, se uso en función de la exhibición. En la primera parte se colgaron las pinturas sobre tela y en el fondo, aprovechando el desnivel, el artista armó una obra/escenografía completa que remata la historia contada por los cuadros. Es una especie de ciénaga de brea, con lagunas espejadas, un puente, vegetación y un ciervo que lucha por no ahogarse. Lo oscuro de la escena contrasta con la claridad de las pinturas que la preceden; al menos si hablamos de la paleta.

Las pinturas, por su parte, cuentan una historia entre bucólica y siniestra. Desnudos seductores, mujeres que danzan, muerte y una atmósfera muy densa. La historia parece mitológica, tal vez lo sea pero no la conozco y sin embargo la gran protagonista es siempre la mirada. Como miramos a esas criaturas bellas y malas, como ellas nos miran a nosotros. La piedad en la mirada de un animal o hasta sostener la sangre que nos va a enrojecer los cachetes por lo osado de las escenas.
Me gusta la combinación entre esa pintura pseudo-académica y las instalación un poco trashera del fondo, pero más que gusta que todo funcione como una obra en si mísma. La muestra merece ser vista, ¡aprovechen que hay tiempo todavía!


Pinturas